En Agareso hemos estado trabajando a lo largo de los útimos 12 meses en el documental Si ka badu, ka ta biradu (Si no te vas, no puedes volver), con el que queremos retratar la importancia que tiene el trabajo invisible de las mujeres migrantes en la supervivencia y el bienestar de sus familias, en la localidad gallega de Burela y en la isla caboverdiana de Santiago.
La pieza, que parte de una investigación académica del Equipo de Investigación Sociedades en Movemento (ESOMI) de la Universidade da Coruña, se estrena el próximo 3 de diciembre a las 17h30 en el Fórum Metropolitano da Coruña, dentro de la segunda edición de la muestra gallega de audiovisual inconformista Cinema Rabudo.
Cuatro generaciones de mujeres cuentan sus historias de vida, hondamente atravesadas por la experiencia migratoria, en este documental social de cerca de una hora de duración y, al hacerlo, trazan un fiel retrato de la división sexual y de la organización trasnacional de los cuidados. Las vemos cocinar, limpiar, atender mayores y niños/as tanto en sus localidades de origen como en la sociedad de destino, la gallega, y comprendemos el impacto que tiene en sus vidas a ausencia de los hombres en esas labores. Son ellas también las que organizan el tráfico de afectos: las llamadas, los envíos de remesas y de encomendas. Las que ahorran para un futuro de ensueño en el que poder descansar después de tantos trabajos. En Burela o en Caboverde.
Funha y su hija Zuleika hablan de la dureza de su vida en la localidad costera de Porto Rincao, donde más de la mitad de las hogares están encabezados por mujeres que sacan adelante a sus hijos e hijas sin ayuda de los padres.
De la misma localidad son Grazilinda y Ernestina, dos hermanas que trabajaron -y trabajan- muy duro a ambos lados de la corriente migratoria para sacar adelante a sus familias, sin ayuda de los padres de sus hijos. Ernestina cuenta los días, en Burela, que le faltan para poder jubilarse y volver con su hermana.
Dezideria, que tiene hijas y nietas nacidas en nuestro país, cuida en Burela de nietos y bisnetos para que sus madres se puedan ganar la vida fuera de casa. Mientras, en Cabo Verde, su cuñada Quinta, cuenta que renunció a la emigración por el deber de cuidar de sus suegros, pero que desea que sus hijos se marchen a Europa, en busca de un futuro mejor.
Belita y su hija, Zuleika, le ponen cara al dolor de la separación entre madres e hijas, cuando una de las dos debe quedar atrás. Y, también, retratan los cuidados que atraviesan las fronteras en la forma de llamadas, mensajes y envíos -las encomendas– que viajan desde Burela hasta la casa familiar de Cidade Velha, donde Bentinha y Nila, las hermanas de Belita, cuidan de su madre nonagenaria, Joia, mientras, sus hijos construyen sus propias vidas en Burela y Lisboa.
El documental nos permite, también, acompañar a una de sus protagonistas, Siza, en el camino de vuelta desde Burela hasta Cabo Verde. Allí la esperan la luz y el calor, una casa a medio construir, los bidones llenos de objetos que ha ido enviando con gran esfuerzo y que ahora debe distribuir, las hermanas que se quedaron en Cabo Verde cuidando de sus mayores y la tumba de su padre, que falleció durante la pandemia. Con ella, comprendemos el dolor irreparable que causa vivir desde la distancia la enfermedad y la muerte de un ser querido.