Laura Herrera llega a Galicia tras un largo viaje con una misión: explicar la problemática del auga en su país, El Salvador, y en Suchitoto, su ciudad. También algo básico: cómo las mujeres son las que lo están solucionando.
Una crónica de Helena Ruiz Moya

Según explica en Tomiño, la primera parada de su “tour”, las mujeres aprenden a gestionar el agua, algo tradicionalmente masculino, aunque “su labor está bastante invisibilizada”. El Programa Feminismo y Justicia Ambiental, de la Colectiva Feminista para el Desarrollo Local, al que Laura pertenece, pretende dar visibilidad a esa brecha y encontrar dónde va la demanda de agua. ¿La intención? Que las empresas privadas no sean las que exploten este recurso natural.
Desde el programa pretenden “empoderar a las mujeres para que sean parte de estas estructuras”, lo que también lleva a formarlas para que sepan orientar esas necesidades. Así, el programa se adapta a la comunidad, con 115 mujeres participando en distintos niveles y siendo la “fase tres”, la última, la de comunicación. Hacen un esfuerzo muy grande para llegar a los medios de comunicación, dando a conocer la incómoda problemática y, además, para que las mujeres pierdan el miedo a hablar y que conozcan su derecho a ser escuchadas.
La conclusión de cada escuela de incidencia es “una acción creada por las mujeres participantes”. Algo que llevan a cabo con cinefórums, conversatorios, festivales… “lo que se trabaja en los procesos se devuelve a las comunidades”, explica Laura, orgullosa, pero tímida. Otra de las actividades es la reforestación de las zonas de recarga para mantener los espacios protegidos, muy presentes en Suchitoto y cada vez más amenazados.
Una de las mayores problemáticas, de los mayores miedos, con el agua es que las empresas se apoderen de ella, algo que ya ha pasado en muchos otros sitios -sin ir más lejos, en algunas zonas de nuestro país, por ejemplo-, pues no hay un buen tratamiento de las aguas residuales. La instalación de empresas pone en riesgo el futuro de agua en las comunidades.
Pero, ¿cómo encajan las grandes empresas en esta ecuación? Laura lo explica de manera muy sencilla: “se instalan en las comunidades de manera silenciosa, sin cumplir con las normas. Por ejemplo, hay una granja de pollos que se formó comprando poco a poco diferentes terrenos. Fue creciendo al punto que había un pozo artesanal en el territorio y lo industrializaron”.
“El sistema está alerta, pero no parece darse cuenta de lo que está pasando”.
Suchitoto es uno de los municipios más grandes del país, pero la mayoría son zonas rurales y el agua sólo está garantizada en el centro de la ciudad. En este sentido, han construido sistemas comunitarios de agua, que suman aproximadamente 2200 a nivel nacional.
De una consulta popular en la que participaron cerca de 5.000 personas se obtuvo una ordenanza por el derecho humano al agua, algo que no estaba representado en ninguna ley anterior. El gobierno tiene que tener una postura firme para asegurar esto. “Es importante el contrapeso del poder municipal frente al estatal en este tema, porque éste siempre velaba por los intereses de las empresas”, dice nuestro invitado. “El enfoque de género es clave”, dice.
Las niñas suelen ser las que acompañan a sus madres por agua, cuando regresan están muy cansadas y no pueden ir a la escuela, por lo que no acceden a la educación, creando un círculo vicioso en el que ellas son, como en la mayoría de los casos, las más afectadas. A partir de este problema, Laura y sus compañeras comenzaron a analizar cuáles son las limitaciones, descubriendo que una de ellas era la falta de información y conocimiento sobre el funcionamiento de los sistemas de agua y diferentes estructuras.
Así, como dice Laura, “desde el eje del feminismo y la justicia ambiental venimos desarrollando diferentes procesos para que las mujeres formen parte de las estructuras de toma de decisiones: por un lado, hemos desarrollado un seminario sobre el funcionamiento del SAPS, que involucra a la administración , operación, infraestructura, gestión ambiental y legal… entre otras áreas”. Los seminarios son con grupos mixtos, ya que la misión parte de una idea aparentemente simple pero a la vez compleja: comprender la necesidad de posibilitar el desarrollo de la mujer. Comienzan con sesiones formativas sobre el nacimiento de la Escuela de Lideresas del Agua. La escuela genera procesos de análisis y reflexión sobre las desigualdades de género en la gestión del agua.
La misión, como se ve, es fundamental: el agua es necesaria para la vida y una sociedad feminista es necesaria para su funcionamiento. Por eso la tarea de Laura, aunque invisible, es tan hermosa e importante, algo que hay que aprender en España, aunque todavía quede mucho camino por recorrer. “Tenemos agua todos los días”, pero ¿por qué? ¿A qué coste? ¿Por cuánto tiempo?